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El ajuste que no sale en los medios: ganamos la mitad (en dólares) que en febrero de 2018

por | Feb 17, 2019 | Nacionales

Si se mide en dólares, quienes viven de ingresos fijos pasaron a ganar un poco más de la mitad de lo que ganaban un año atrás. En un país donde desde hace décadas mucho de lo que se consume se mide en esa moneda, no parece haber una forma más clara de pintar lo que ocurrió en el tercer año del macrismo en el gobierno, haya sido por su voluntad o por su ineptitud. La caída en el poder adquisitivo (un 26,4% según estimaciones) está cercana a las cifras de 2001.

En agosto de 2017 el entonces flamante ministro Nicolás Dujovne decía en una entrevista: “Para tener un programa fiscal consistente hay que tener un programa integral consistente. Debemos seguir con apoyo de la sociedad. El norte es claro: ‘Vísteme despacio porque voy apurado’. Vamos a movernos en tiempos que la sociedad tolere y apoye, porque si no, no hay manera”.

Tolerar y apoyar no son lo mismo. El macrismo, con ministro nuevo, seguía anunciando cambios que serían graduales y parecía entender que mientras una parte de la sociedad argentina estaba dispuesta a “apoyar”, también hay un límite que se puede “tolerar”. En esa misma nota el ministro explicaba la utopía del gobierno: “Estamos en camino a construir una economía solvente, que puede resistir shocks, donde el crecimiento está liderado por la inversión, que nos permite ser más productivos, prósperos y con salarios altos. Va a haber lugar en esta economía para todos los argentinos.”

El macrismo sostuvo ese discurso “gradualista” durante un par de años. Pero un año después de esa entrevista, el mercado (¿los empleadores de Dujovne?) pareció cansarse de ese gradualismo y fue por más: impuso un ajuste brutal y llevó el dólar de casi 20 pesos (en febrero de 2018) a casi 40 en agosto del mismo año. (Algunos dicen que es lo que siempre quiso el macrismo y no se animaba a hacer –el “vinieron a eso”–, y otros dicen todo lo contrario. Esta nota no entra en el debate de las intencionalidades, sino que procura centrarse en los hechos).

Una cuenta sencilla, quizás simplificadora pero contundente, muestra que, en febrero de 2019, quienes vivimos de ingresos fijos hemos pasado a ganar algo así como la mitad de lo que ganábamos en febrero de 2018, medido en dólares. Y en un país donde desde hace décadas todo se mide en dólares, es difícil encontrar forma más clara de pintar lo que ocurrió.

[blockquote author=»» pull=»normal»]El mercado (¿los empleadores de Dujovne?) pareció cansarse de ese gradualismo y fue por más: impuso un ajuste brutal y llevó el dólar de casi 20 pesos (en febrero de 2018) a casi 40 en agosto del mismo año.[/blockquote]

El salario mínimo en la Argentina en febrero de 2018 era de casi 10.000 pesos. Es decir, unos 520 dólares. Un año después es de unos 290 dólares (11.300 a 39 el dólar). En dólares, el salario argentino, que era el más alto de la región, cayó a la mitad de la tabla.

DE PUNTEROS, AL MEDIO DE LA TABLA

En el ranking salarial de América Latina, en febrero de 2018, estábamos en el segundo lugar de la tabla. El salario mínimo en la Argentina en ese momento (medido en dólares) era de unos 540, bastante más que los 458 con los que Uruguay hoy lidera el puntaje. El salario minimo argentino cayó debajo de Paraguay, Bolivia y Chile, por mencionar solo los vecinos.

Ese mazazo es el que registran parte de la población cada vez que llegan las facturas de los servicios, que acumulan aumentos superiores al mil por ciento en el mismo período. En una economía dolarizada, nos achicaron los ingresos prácticamente a la mitad, medidos en dólares. Y no suelen decirlo con claridad los economistas que ocupan espacios en los medios masivos.

(El gráfico está tomado de Wikipedia. Los datos son fácilmente chequeables y se renuevan periódicamente. Puede haber leves variaciones según las modificaciones cotidianas del dólar, pero desde hace meses la Argentina se mantiene en el medio de la tabla. Ver en este link: Salarios mínimos en Latinoamérica).

LEJOS DE LA INFLACIÓN

De febrero a febrero el salario mínimo pasó de 9.500 a 11.300. Muy lejos del mazazo. Pero aún si se aplicara el índice de la inflación (47.6%) la cifra todavía quedaría atrás en relación con el dólar: el salario mínimo debería ser de unos 14.000 pesos, es decir unos 350 dólares. Claro que estaríamos mejor que hoy: quintos en la tabla, debajo de Ecuador. Pero eso no ocurrió. Y así no hay paritaria que aguante, mucho menos aquellas que ni siquiera se acercaron a la cifra de la inflación.

Lo peor de este modesto análisis –realizado por alguien que no es economista ni pretende serlo– es que el mercado pudo ratificar que tenía razón: no pasó nada. Por otros ajustes (tal vez menos brutales) la sociedad argentina, incluso en épocas de dictaduras, tuvo respuestas memorables en rechazo, con movilizaciones multitudinarias, huelgas generales y marchas o cortes de ruta en distintos lugares del país.

Sin embargo, ante este mazazo, no hubo respuesta masiva contundente por parte de la población argentina que vive de ingresos fijos. Como si el enojo se canalizara en los memes de redes sociales, o en las convocatorias a marchas con antorchas recién al iniciarse este año electoral. Los cacerolazos convocados en diciembre fueron insignificantes: las clases medias, principales afectadas por estos datos impactantes, no han impulsado o adherido en masa a las protestas convocadas. Al parecer, los poderosos sabían o intuían que la sociedad argentina puede “tolerar” o “apoyar” más de lo que se preveía. No deja de resultar motivo de perplejidad.

[blockquote author=»» pull=»normal»] Por otros ajustes (tal vez menos brutales) la sociedad argentina, incluso en épocas de dictaduras, tuvo respuestas memorables en rechazo, con movilizaciones multitudinarias, huelgas generales y marchas o cortes de ruta en distintos lugares del país.[/blockquote]

UNA DE LAS CAÍDAS SALARIALES MÁS FUERTES

Lo cierto es que un litro de leche en febrero de 2018 costaba casi un dólar (unos 18 pesos de entonces[1]) y hoy sigue costando alrededor de un dólar (rondando los 40 pesos). Lo que no vale lo mismo en dólares son los ingresos de las personas. Si midiéramos de ese modo, en 2018 con un salario mínimo se compraban más de 500 litros de leche y hoy se compran unos 280. Con la nafta sucede algo similar: en enero de 2018 el salario mínimo permitía comprar unos 430 litros de nafta súper. Hoy alcanza para unos 275 litros[2].

Economistas consultados para esta nota explican que el poder adquisitivo del salario real se mide por diferentes variables y por lo tanto no puede tomarse solamente el dólar como referencia. Es por eso que considerando las diferentes variables teóricas, calculan que en 2018 la caída del salario real fue cercana al 20%. Aunque aclaran que no hay datos finales todavía, el mazazo del que hablamos sería menor al de 2001, cuando la caída del salario real fue de un 30%, y se ubicaría en la mitad del célebre Rodrigazo –que fue superior al 40%, casi idéntica a la hiperinflación de 1989. También detallan que si se suma la caída salarial en los dos años anteriores del macrismo en el gobierno, 2016 y 2017, la cifra se acerca cada vez más al 30%[3].

En suma, ya fuera por decisión o por ineptitud del macrismo, lo cierto es que pudo llevar adelante, casi sin reacción de parte de una sociedad hastiada o desmovilizada, un ajuste de ingresos por la vía de la devaluación que se anota en la historia de las más duras reducciones a quienes viven de sueldos y jubilaciones en la democracia argentina.

 

[1]Costaba 18,76 pesos exactamente contra 34,82 actuales. Fuente: Precios Cuidados, enero de 2018 y enero de 2019. https://www.argentina.gob.ar/precios-cuidados

[2]Datos de la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines http://www.cecha.org.ar/contenido/noticia.asp?idNoticia=1878

[3]Según estimaciones de ATE, era de 26,3% en diciembre de 2018.

Américo Schvartzman

Américo Schvartzman

Licenciado en Filosofía y Periodista. Integra la cooperativa periodístico cultural El Miércoles, en Entre Ríos. Autor de "Deliberación o dependencia. Ambiente, licencia social y democracia deliberativa" (Prometeo 2013). Fue director de La Vanguardia.