En Filipinas el ambiente político está caldeado. El presidente Rodrigo Duterte, un autoritario de derecha que gobierna el país con mano de hierro, está jaqueado tras declarar que, siendo alcalde de Davao “salía en moto a matar drogadictos”. «Mataba delincuentes para ejemplificar y mostrarle a la policía que si yo podía, ellos también» – remató.
El senador Richard Gordon afirmó que estas declaraciones podrían conllevar un proceos de inhabilitación a Duterte.
La guerra contra las drogas en Filipinas ha seguido los mismos cauces que llevaba cuando Duterte era alcalde de Davao. Aplicando una concepción autoritaria y militarista, ha enviado al ejército y a la policía a “cazar” drogadictos y pequeños traficantes.
Desde mayo, cuando Duterte fuera electo presidente, la guerra contra las drogas se ha cobrado 6.000 muertos. Se estima que 2000 murieron en enfrentamientos con la policía y que los restantes 4000 fueron ejecutados sin juicio alguno.
Las declaraciones de Duterte ponen nuevamente la lupa sobre el proceso autoritario filipino en un contexto en el que la comunidad internacional expresa preocupación por la situación del país.